(26/04/24 - OTAN/Opinión)-.La fuerte tendencia al militarismo en Europa mueve ya parte de su economía y parece crear riesgos de pasar de una casi olvidada guerra fría a una caliente con Rusia, en el contexto del conflicto ucraniano.
Más allá de exhortaciones en su momento hechas por el expresidente Donald Trump para obligar a los europeos a cumplir con el compromiso de dedicar el dos por ciento de su Producto Interno Bruto a gastos de defensa, ahora surgen llamados a reforzar la industria bélica regional.
El pretexto de Bruselas consiste en dar una respuesta a la operación militar ordenada el 24 de febrero de 2022 por el presidente Vladimir Putin para proteger a la zona sublevada del Donbás, tras lo cual Occidente suministró armas a Ucrania por 165 mil millones de dólares.
Sin embargo, con otros compromisos por 35 mil millones de euros para el rearme de Kiev, Europa se involucra cada vez más en la confrontación, pues además de tanques, vehículos blindados, obuses y sistemas coheteriles, ofrece asesoría al Ejército e información de inteligencia.
De hecho, en su momento el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, estimó que las potencias occidentales, incluida la Unión Europea (UE), participan indirectamente en los choques armados.
A ello se suman las declaraciones consideradas por muchos fuera de tono de varios políticos europeos sobre un eventual envío de tropas a Ucrania para evitar a toda costa una victoria de Rusia.
Ello ocurre pese a las advertencias de Moscú de que, en ese caso, los principales centros de toma de decisiones europeos se convertirían en objetivos legítimos de sus fuerzas.
De hecho, la tendencia tiene un cada vez mayor respaldo en el empuje de la industria bélica europea, aún cuando el viejo continente esta lejos de salirse de inmediato de la dependencia de Estados Unidos, donde adquiere el 55 por ciento de sus armamentos.
MILITARIMO EUROPEO A SECAS
Podemos remitirnos aquí al llamado hecho por el comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton, quien consideró que Europa debe poner en marcha inmediatamente una economía de guerra, bajo el argumento de una baja capacidad de producción de pertrechos para respaldar a Ucrania.
En el mismo hilo militarista aparece el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, al estimar que después de décadas de gastos insuficientes, se debe invertir más en defensa.
Así, en 2022, los países europeos miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte dedicaron 345 mil millones de euros a gastos bélicos, un 30 por ciento por encima de lo registrado en 2013, indicó el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz.
Además, la región incrementó la compra de armamentos en el 94 por ciento en el periodo 2019-2023, respecto a la etapa 2014-2018.
Sin escuchar advertencias de que, en caso de una participación de tropas occidentales en la confrontación ucraniana, serían únicamente europeas, pues la Casa Blanca se niega a enviar las suyas, la UE crea condiciones para vincular su economía al militarismo.
De acuerdo con la publicación digital Sin permiso, la nueva estrategia de la Comisión Europea (CE) propone que el Banco Europeo Industrial adapte sus reglas para permitir el financiamiento, por primera vez, de las industrias militares en la fabricación de armamentos.
La CE crearía una Junta de Preparación Industrial de Defensa para respaldar programas de financiación relevantes en la esfera militar e impulsaría un Programa Europeo de Armamento, destinado a comprar de conjunto armas y estandarizar así esas adquisiciones, señala Sin Permiso.
De hecho, la industria bélica europea aumentó en un 40 por ciento su producción, después del estallido del conflicto ucraniano.
¿DE FÁBRICA DE BIENES A UNA ECONOMÍA DE GUERRA?
La economía europea, pero en especial la de Alemania, considerada la más fuerte, en muchos casos posee una tendencia a la desindustrialización en medio de la instalación de empresas germanas en Estados Unidos, donde encuentran facilidades y bajas tarifas energéticas.
Aún con la depauperación social creada por la estampida de la inflación, el recorte de empleos y otros problemas, en Europa crece la intención de incentivar entre los empresarios la producción bélica.
De esa forma, figura el «Fondo Europeo de Defensa», que sale directo del presupuesto comunitario, para proporcionar subvenciones a la investigación y desarrollo de las compañías armamentísticas.
La UE inyecta gran cantidad de dinero de los contribuyentes en la investigación sobre defensa. La disponibilidad de sus fondos con ese fin significa que la política industrial de toda la entidad comunitaria atrae a las pequeñas y medianas empresas al sector de la defensa.
Europa, cuyas potencialidades de competitividad económica son puestas en duda por sus propias naciones, parece perder la noción de riesgo del paso a una economía de guerra y de las consecuencias de un militarismo, desarrollado a las puertas de una potencia bélica como Rusia.
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