(14/01/23 - Guatemala)-.El sociólogo Bernardo Arévalo asumirá este domingo la presidencia de Guatemala, 145 días después de ganar la segunda vuelta y tras múltiples acciones judiciales en su contra y reiteradas protestas en las calles, con el reto de reconstruir la institucionalidad del país, responder a una desbordante expectativa social y, centralmente, de tejer con la Justicia y el Congreso una relación que le permita encarar la gestión con alguna calma.
Especialistas consultados analizaron el escenario que deberá enfrentar el nuevo mandatario, quien enfrentará el reto de reconstruir la institucionalidad del país, responder a una desbordante expectativa social y, centralmente, de tejer con la Justicia y el Congreso una relación que le permita encarar la gestión con alguna calma.
A sus 65 años, Arévalo llega a la jefatura del Estado para reemplazar a Alejandro Giammattei y cortar una racha de cuatro gestiones centroderechistas, respaldado por una inédita alianza de sectores rurales, organizaciones de pueblos originarios, grupos urbanos intelectualizados y jóvenes.
“Lo que viene para Arévalo es la urgencia por reconstruir la institucionalidad del Estado. Era una institucionalidad que ya venía sufriendo un desgaste importante, pero ese proceso se aceleró en la gestión de Giammattei. Fue creciendo de manera evidente la insatisfacción con el Estado, en función de no otorgar las garantías necesarias”, evaluó Jahir Dabroy, coordinador del Departamento de Investigaciones Sociopolíticas de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales de Guatemala.
Analista e investigador, Dabroy remarcó a Télam que "el mayor de los retos" para el futuro presidente "estará en construir un Estado democrático de derecho, que permita otorgar certezas a la población”.
Arévalo fue la sorpresa de la primera vuelta, en junio, y ganó con alguna comodidad la segunda, en agosto, sobre Sandra Torres, exesposa del exmandatario Álvaro Colom (2008-2012), el último -y único- presidente de centroizquierda que tuvo el país en las últimas décadas.
Pero desde su triunfo debió enfrentar un marcado asedio de parte del Ministerio Público (MP) que le sacó la personería al triunfante Movimiento Semilla, pidió que le quiten la inmunidad que el propio Arévalo tenía como diputado, cuestionó al Tribunal Superior Electoral (TSE) por avalar los resultados electorales y finalmente pidió que se declaren nulos los comicios.
Aunque la fiscal general, Consuelo Porras, declarada "corrupta" por Estados Unidos, explique que el MP solo está cumpliendo su deber de investigar, Arévalo denunció de modo permanente que se orquestaba un golpe de Estado para no dejarlo asumir y culpó de la maniobra a lo que llama "el pacto de corruptos", que se vería afectado por su gestión.
“Esta transición inevitablemente desgastó la figura de Arévalo y de la bancada de Semilla, por los enemigos que tuvieron, tanto él como el partido, y que intentaron impedir que tome posesión”, lamentó Dabroy.
Y tuvo el respaldo sin fisuras, en el país, del Tribunal Supremo Electoral y la Corte de Constitucionalidad, y fuera de Guatemala, de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Unión Europea, Estados Unidos y el Mercosur.
El tironeo, de alguna manera, distrajo tiempo y esfuerzo del futuro equipo de gestión para avanzar en la planificación de políticas públicas para un país con pobreza extrema, pésimos índices de educación y salud, alta inseguridad, una corrupción enquistada en toda la estructura del Estado y miles de ciudadanos con pretensiones de emigrar.
“Hay retos muy particulares. Hay que recuperar al país en áreas muy específicas: los indicadores en salud, en educación, en seguridad, en seguridad alimentaria son relevantes. La idea es poder tener resultados evidentes al menos en el primer año de gestión”, dijo Dabroy, y alertó sobre cuánto puede esperarse de la nueva administración.
Para el investigador y analista, “uno de los puntos que puede afectar al presidente es la sobredimensión de las expectativas, porque hay sectores que esperan demasiados cambios”.
"Yo soy más prudente y creo que pueden sentarse las bases importantes para que haya resultados de gestión pública en cuatro años de Gobierno. Para los 150 años de desgaste que tuvo el Estado guatemalteco, eso sería un punto de inicio importante para mejorar la calidad de la gestión”, subrayó.
Hijo del expresidente Juan José Arévalo, a quien le tocó terminar con décadas de dictaduras cuando llegó a la presidencia en 1945, el nuevo mandatario -nacido en Montevideo- tendrá que gobernar con un Congreso en el que su partido, Semilla, es muy minoritario.
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