(14/06/21 - Arqueología)-.Un estudio multidisciplinar ha descubierto el modo en que los patrones comunitarios de la isla de Pascua contribuyeron a la supervivencia de los rapanui desde el siglo XII hasta su contacto con los europeos.
dos antropólogos de la Universidad de Binghamton, Carl Lipo y Robert Di Napoli, en colaboración con Mark Madsen, del departamento de Antropología de la Universidad de Washington, Terry Hunt, del Honors College de la Universidad de Houston, y la Escuela de Antropología de la Universidad de Arizona, han llevado a cabo un estudio sobre cómo los complejos patrones comunitarios de la isla de Pascua contribuyeron a la supervivencia de sus habitantes desde los siglos XII y XIII hasta el contacto con los europeos en el siglo XVIII.
Los resultados de sus investigaciones se recogen en un artículo publicado en la revista PLOS ONE titulado "La estructura de la población impulsa la diversidad cultural en poblaciones finitas: una hipótesis para patrones comunitarios localizados en Rapa Nui (Isla de Pascua, Chile)".
Un lugar en medio de la nada
La isla de Pascua, o Rapa Nui en el idioma local, es uno de los lugares habitados más recónditos del planeta, situado a unos 1.500 kilómetros de la costa americana. En forma de triángulo, la isla mide tan solo 22 kilómetros de largo y diez de ancho en su punto más amplio. "Lo bueno de la Isla de Pascua es que es un magnífico ejemplo de lo que puede suceder en las poblaciones en casos de absoluto aislamiento. Por lo que hemos visto, una vez que los primeros pobladores llegaron a la isla, eso fue todo. No iban a ir a ningún otro lugar y no había nadie más", explica Lipo, profesor de Antropología y Estudios Ambientales en Binghamton.
Pero a pesar de su pequeño tamaño, en Rapa Nui vivían múltiples clanes y pequeñas comunidades que mantenían entre ellos una estricta separación tanto cultural como física. La evidencia arqueológica ha mostrado grandes diferencias incluso en la fabricación de objetos entre algunas comunidades separadas por tan solo 500 metros de distancia, por ejemplo. Los análisis de ADN e isótopos realizados a los restos de los antiguos habitantes también han demostrado que estos no se alejaron mucho ni se casaron fuera de su clan. Estas pequeñas comunidades pudieron haber sido un baluarte cultural contra un fenómeno genético conocido como "deriva aleatoria", según afirma el estudio.
Consecuencias del aislamiento extremo
La deriva aleatoria explora la aparición de rasgos en una población a lo largo del tiempo y estudia cómo estos rasgos pueden cambiar. Esto también se aplica a los rasgos culturales, desde palabras y costumbres específicas, hasta las formas de fabricar cerámica, por ejemplo. Algunos rasgos se transmiten a las generaciones futuras; otros no y luego desaparecen. Surgen nuevos rasgos, prácticas o modas, y también persisten o se desvanecen con el tiempo.
"Las cosas cambian potencialmente con el tiempo debido a las diferencias en la forma en que las personas se copian entre sí", explica Di Napoli. Si bien los cambios estéticos pueden no tener un impacto significativo en la viabilidad de una cultura, otro tipo de cambios sí podrían tenerlo. Por ejemplo, si una población es muy pequeña y aislada, algunas tecnologías importantes y estrategias de supervivencia podrían perderse para siempre. "Supongamos que mi padre muere antes de poder enseñarme el uso de algún tipo de tecnología importante y que él es la única persona que sabía utilizarla. Algo así podría tener un impacto negativo en una población pequeña y aislada que nunca va a interactuar con otro grupo de personas que podría volver a introducir esa tecnología en la comunidad".
Por ejemplo, si una población es muy pequeña y aislada, algunas tecnologías importantes y estrategias de supervivencia podrían perderse para siempre.
Los investigadores creen que eso es lo que sucedió por ejemplo en Tasmania, donde se perdieron algunas prácticas como la pesca que practicaban las poblaciones vecinas en Australia continental. Si bien estas tecnologías perdidas podrían haber demostrado ser beneficiosas para la supervivencia, desaparecieron porque no había suficientes personas para transmitirlas y tampoco había contacto con individuos de fuera del grupo que pudieran haber reintroducido estas técnicas, opinan los expertos.
Existen asimismo evidencias de que el aislamiento extremo puede haber llevado a la desaparición de algunas poblaciones en las llamadas "islas misteriosas" del océano Pacífico. Los registros arqueológicos muestran que sus antiguos habitantes abandonaron estas islas o se extinguieron justo en el momento en que disminuyó la interacción con otras islas vecinas. "Una hipótesis es que a medida que esos lugares se vuelven realmente aislados, se hace demasiado difícil vivir allí, por la razón que sea", explica Lipo.
Poblaciones y subpoblaciones
En los últimos años, los investigadores han construido distintos modelos para estudiar los factores que impulsan los cambios en la diversidad de rasgos culturales a lo largo del tiempo. Un factor importante es la demografía: la cantidad de personas que intercambian ideas entre sí. Pero la estructura de esa población también es importante. Si bien puede parecer contradictorio, las grandes poblaciones en las que todos interactúan entre ellos pueden experimentar una deriva cultural más fuerte, según Di Napoli. "Mientras que si tienes muchas subpoblaciones pequeñas diferentes, terminas manteniendo más diversidad, porque esta se halla 'secuestrada' en estos diferentes subgrupos", afirma el investigador.
Un factor importante es la demografía: la cantidad de personas que intercambian ideas entre sí. Pero la estructura de esa población también es importante.
Las poblaciones tradicionales tienden a ser extremadamente conservadoras y evitan el cambio a menos que haya una buena razón para ello. Después de todo, tomar decisiones equivocadas puede acarrear consecuencias nefastas para la comunidad. "Realmente quieres aferrarte a algo que funcione. Si decides arriesgarte, plantar cultivos al azar en otro lugar y no funciona, se acabó el juego", concluye Lipo.
De hecho, la Isla de Pascua a menudo ha sido vista por los investigadores como un lugar donde las personas tomaron decisiones tan irracionales que les acabaron llevando a su propia desaparición, como talar todos los árboles para construir estatuas gigantes (aunque se ha demostrado que en realidad eso no ocurrió). Cuando llegaron los europeos, Rapa Nui tenía una población total estimada de 3.000 a 4.000 individuos, divididos en un número desconocido de clanes y comunidades. La mayoría de estas comunidades eran probablemente del tamaño de familias numerosas, quizá compuestas por varias docenas de individuos que vivían en un espacio que se extendía algunos cientos de metros.
Modelos informáticos
Por medio de modelos informáticos, Lipo y Di Napoli exploraron el impacto de los patrones espaciales distintivos de la isla de Pascua en la retención de información cultural. En su modelo, ubicaron comunidades alrededor de los ahu, o grandes plataformas de moáis, que eran grandes centros ceremoniales. Luego configuraron las formas en que estas comunidades podrían potencialmente interactuar y qué efecto tendrían estas interacciones en la persistencia de diversos rasgos culturales. Lo que descubrieron es que cuanto mayor es el número de subgrupos que mantienen una interacción limitada, es más probable que una población retenga información cultural que puede ser beneficiosa para ellos, incluso cuando la población total es bastante pequeña. "Según el modelo de simulación, parece que la estructura de la población es muy importante para impulsar y retener los cambios en la diversidad cultural. Esto podría ser un factor realmente importante para el cambio en la historia de la humanidad en general", afirma Di Napoli.
Cuanto mayor es el número de subgrupos que mantienen una interacción limitada, es más probable que una población retenga información cultural que puede ser beneficiosa para ellos.
Tras el contacto con los europeos, la enfermedad se cebó en los habitantes de Rapa Nui, muchos de los cuales también fueron esclavizados. En 1877, la población de la isla se redujo a solo 111 individuos. Como resultado, gran parte del conocimiento cultural de Pascua se perdió, incluida la capacidad de interpretar el rongorongo, un sistema de glifos que se utilizó en la isla. Pero han sobrevivido otras tradiciones como las canciones, los bailes e incluso el propio idioma rapanui, que aún hoy hablan los isleños. "Ciertamente se perdió mucho, pero tenían estos mecanismos para valorar las tradiciones orales y poder transmitirlas. Es una supervivencia asombrosa a pesar de las increíbles probabilidades. Se ha escrito mucho sobre el lado negativo de lo que ocurrió en Pascua, pero creo que aún no hemos comenzado a apreciar como se merece el ingenio de la gente que allí vivió", concluye Lipo.
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