(29/06/21 - Arqueología)-.Un equipo arqueológico integrado por Luis de Luque Ripoll y Fernando Diez Martín, de la Universidad de Valladolid, investiga la ocupación humana de la costa de Tanzania hace 200.000 años.
Kilwa es un tranquilo pueblecito pesquero situado en la costa swahili del este de África. Hasta ahora, su mayor interés arqueológico ha radicado en las espléndidas ruinas de un antiguo sultanato que, emergido durante el siglo XIV, se independizó tanto de persas y árabes como de las poderosas familias de Zanzíbar a las que surtía de oro, pieles y, sobre todo, de esclavos.
Mucho más antiguo allí es otro célebre yacimiento paleontológico que se localiza varios kilómetros hacia el interior, Tendaguru. Sus fósiles de dinosaurios abarrotan los sótanos del Museo de Historia Natural de Berlín desde hace más de cien años, cuando Tanzania constituía la colonia alemana de África Oriental.
Un descubrimiento sorprendente
Un día, el prehistoriador Fernando Diez Martín, de la Universidad de Valladolid, y el geoarqueólogo Luis de Luque, gran conocedor de la región, se hallaban de excursión por una zona de manglares, hasta hace poco tiempo poblados de hipopótamos, cocodrilos y elefantes (especies ahora en franco declive), además de otros extraños habitantes de sus cálidas aguas, como el dugongo y el celacanto que, de cuando en cuando, sorprenden con su presencia a los pescadores locales, con el objetivo de fotografiar a la exótica fauna local cuando hicieron un descubrimiento casual y de gran trascendencia: los yacimientos pleistocénicos de Kilwa.
Esta excursión fotográfica acercó finalmente a los exploradores a uno de los suaves relieves que rodean los manglares, donde amarraron su embarcación. Las rocas, libres de toda vegetación, parecían sedimentarias. Aquel primer diagnóstico geológico no despertó en ellos un particular interés, sin embargo, al rodear el resalte de un relieve, siguiendo con entusiasmo las huellas de unos hipopótamos, los investigadores pudieron apreciar los característicos pináculos de tierra que suele dejar la erosión producida por el agua, rodeando a docenas de cantos y fragmentos de piedra.
Entre ellos, elaborados en distintas materias primas, había lascas retocadas, núcleos discoides y levallois, puntas y pequeños bifaces (herramientas de sílex que se utilizaban para cortar, raspar y perforar otros materiales). Estos restos arqueológicos se mezclaban con abundantes caracolas del género Terebralia, unos moluscos típicos de aquellas marismas. Pocos metros más allá, en un emplazamiento más elevado del escarpe, se acumulaban fragmentos de cerámica recién extraídos del perfil por la meteorización.
El aspecto de aquella industria lítica era indudablemente paleolítico, característico de la Edad de la Piedra Media (Middle Stone Age, MSA por sus siglas en inglés) africana, muy probablemente de su etapa inicial, en torno a hace 200.000 años. Una muestra de estos restos se entregó a la autoridad de patrimonio local, como es preceptivo en estos casos.
En sucesivas jornadas los hallazgos casuales continuaron produciéndose, dando cuenta del gran potencial arqueológico de la zona y de su capacidad para contribuir a llenar una parte considerable del vacío informativo que aún existe sobre la arqueología del Pleistoceno Medio y Superior africano.
El aspecto de aquella industria lítica era indudablemente paleolítico, característico de la Edad de la Piedra Media africana, muy probablemente de su etapa inicial, en torno a hace 200.000 años.
Pero ¿qué hace que los yacimientos de Kilwa tengan un interés tan excepcional? El período en el que se enmarcan constituye un momento primordial, relativamente mal documentado, de la génesis de nuestra propia especie, Homo sapiens. Este crucial episodio de nuestra evolución es testigo del florecimiento de una diversidad anatómica y cultural tan vigorosa y desconcertante que aún es preciso profundizar mucho más en lo que sabemos acerca del mismo.
En particular, los yacimientos costeros de ese momento son muy escasos en el este de África, de modo que, desde los enclaves kársticos sudafricanos hasta Eritrea, no se encuentra nada parecido. Los nuevos hallazgos de Kilwa ofrecen a los investigadores la posibilidad de indagar en el aprovechamiento de los recursos litorales en un momento en el que se empiezan a configurar las nuevas adaptaciones económicas y ambientales que florecerán en el Pleistoceno Superior. El inicio de la MSA y su evolución, por tanto, ofrecen una valiosa información, quizás única en este entorno costero, sobre las transformaciones culturales vinculadas al desarrollo del comportamiento moderno propio de nuestra especie.
De este modo, el primer paso del proyecto de la Universidad de Valladolid es evaluar el potencial de la región. Al tratarse de un área completamente inédita, el equipo realizará una prospección intensiva del frente de erosión de los depósitos asociados a estos antiguos deltas, así como de varias cavidades kársticas cercanas, tratando de abarcar una secuencia temporal lo más completa posible y registrando, analizando y datando (principalmente mediante OSL, datación por luminiscencia ópticamente estimulada) los yacimientos encontrados.
Esto requerirá el transporte en barca y el establecimiento de un campamento móvil a lo largo de los veinte kilómetros de línea de costa que se pretende abarcar.
Al tratarse de un área completamente inédita, el equipo realizará una prospección intensiva del frente de erosión de los depósitos asociados a estos antiguos deltas, así como en varias cavidades kársticas cercanas.
La metodología de trabajo consistirá en la localización cartográfica, y la recogida y estudio de los materiales descubiertos con el fin de evaluar las características, evolución y potencial de la secuencia MSA local. Las preguntas que se plantearán al registro arqueológico abarcarán distintos ámbitos y también se llevarán a cabo sondeos arqueológicos en los puntos de mayor interés y, por supuesto, se realizará una minuciosa recopilación de información geológica y paleoambiental.
Las expectativas de este proyecto son enormes, en consonancia con el gran interés científico que presentan este tipo de yacimientos para nuestra comprensión de los fenómenos culturales y adaptativos que llevaron al surgimiento del Homo sapiens y que, en última instancia, fueron la clave de su posterior, y excepcional, colonización del planeta.
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