(13/06/21 - Arqueología)-.la península de Yucatán es mundialmente famosa por sus ruinas mayas, pues es la zona que ocupó esta antigua civilización durante más de 3.000 años. Sin embargo, a pesar de conocer muchos datos sobre ellos, esta cultura esconde todavía muchos enigmas sobre su forma de vida, su declive, las zonas exactas que ocuparon... Ahora, gracias la tecnología LiDAR (Light Detection And Ranging), los investigadores han conseguido descubrir muchas estructuras ocultas hasta ahora por la espesa vegetación de la zona. Gracias a esta tecnología pionera es posible elaborar un mapa aéreo de la zona con el que no solo identificar nuevos yacimientos arqueológicos, sino también descubrir la evolución urbanística de una zona concreta e incluso conocer como era la gestión de los recursos.
Tras bombardear la región de Puuc con cuatro billones de rayos láser, William M. Ringle y su equipo han descubierto más de 8.000 estructuras ocultas en su mayoría ocultas por la densa vegetación.
Con el fin de subvencionar la aplicación de esta revolucionaria técnica a la investigación científica se creó en Estados Unidos el NCAM (National Center for Airborne LiDAR Mapping), que ha colaborado con numerosos arqueólogos en el mapeo de extensas áreas repartidas por todo el mundo. En 2017 esta institución seleccionó la región de Puuc para un escaneo, pues era una zona de inmenso potencial que además estaba siendo excavada por el arqueólogo americano William M. Ringle desde hacía veinte años.
El funcionamiento del LIDAR
A bordo de una pequeña avioneta bimotor, el LiDAR sobrevoló durante dos días la jungla de Yucatán a 600 metros de altura, cubriendo un área de 237,23 kilómetros cuadrados. Para obtener unos mejores resultados el vuelo se llevó a cabo en mayo, un mes muy seco en el que habría menos vegetación que interferiera con el láser y obstaculizara el paso de los arqueólogos.
Este tipo de escaneado consiste en lanzar un haz triangular de rayos láser contra el suelo que, tras atravesar la vegetación, rebotan en la roca madre o las estructuras y son recogidos por el aparato. De este modo se registra la distancia exacta entre el avión y el punto de resistencia, con lo que se obtiene un mapa muy detallado de la superfície en muy poco tiempo. Al tratarse de elevaciones de roca artificiales, las estructuras hechas por el hombre sobresalen sobre el terreno circundante.
Una vez terminada la prospección aérea los datos fueron entregados a Ringle, que los ha estudiado y corroborado con excavaciones sobre el terreno a lo largo de los últimos cuatro años. Sus conclusiones, recientemente publicadas en PLOS One, muestran un área densamente poblada con centros urbanos muy juntos entre sí (separados por 4 kilómetros o menos). Entre ellos destacan cuatro grandes acrópolis datadas entre 700 y 450 a.C. que anteceden a las grandes ciudades de Uxmal, Kabáh, Sayil y Labná, consideradas hasta ahora como los mayores asentamientos de la zona.
Asimismo, entre los nuevos complejos identificados por Ringle hay unos imponentes palacios que fueron ocupados entre 600 y 750 d.C., durante el Período Clásico Tardío, junto a multitud de pequeños pueblos repartidos por todo el territorio de Puuc y también algunas canchas de pelota. Del mismo modo el escáner ha sacado a la luz numerosas infraestructuras esenciales para la población: canteras, cisternas de agua, canales de alimentación e incluso algunos caminos.
Casas y palacios ocultos
Hasta el momento se creía que la región no había sido extensamente poblada hasta el año 600 d.C., pues la mayoría de estructuras identificadas eran de ese período. No obstante el mapa ha desvelado nuevos centros urbanos entre la maleza, que han permitido comprobar que en el siglo VI a.C. ya existían importantes ciudades rodeadas de centros menores dedicados al cultivo de la tierra.
Los edificios localizados se pueden dividir en dos grandes categorías: los construidas sobre una plataforma rectangular de piedra están repartidos por toda la zona, mientras que los levantados sobre un simple montículo de tierra y rocas (apenas un 34 % del total) se agrupan en el área central de las tierras bajas. Ambos tipos se construyeron siempre en los bordes de un patio rectangular, formando así centros urbanos fácilmente identificables desde el aire. En total plataformas y montículos suman 7.902, aunque como veremos más adelante no todos estaban reservados a uso residencial o religioso.
Pese a la presencia de algunas ciudades, estos núcleos urbanos se encuentran repartidos equitativamente por toda la región, con una mayor concentración en el fértil Valle de Santa Elena en el norte. Otro rasgo interesante es la ausencia de murallas y fortificaciones, indicio de una región tranquila que no se vio invadida ni sufrió el azote de la guerra civil, hasta ser abandonada en el siglo X durante el enigmático final del Imperio Maya.
Por lo que respecta a su localización, las poblaciones fueron construidas mayoritariamente en la llanura, ya que solo la mitad de las elevaciones están habitadas y apenas un 11.7% fueron convertidas en núcleo urbano. Esto se pude deber a los problemas de aprovisionamiento de agua que afectaron siempre a la región, que convertían las colinas en lugares extremadamente áridos cuando no llovía.
Cultivo en las laderas
Tras cuatro años de investigación, el descubrimiento que más ha sorprendido a los investigadores ha sido la presencia de terrazas dedicadas al cultivo en la base de algunas colinas. Estas estructuras no tenían precedente alguno en Puuc, por lo que se ha llegado a la conclusión de que eran una respuesta local a los desafíos que presentaba la zona para la agricultura.
La escasez de agua era sin duda el mayor impedimento a la colonización de la zona, pues al estar su sustrato formado por roca caliza de naturaleza porosa, el agua se filtraba directamente a través de ella y no formaba ríos ni lagos de los que pudiera aprovisionarse la población. Así pues, los habitantes del lugar tuvieron que idear algún sistema para almacenar la lluvia de cara a la estación seca.
El LiDAR ha revelado numerosas cisternas y aguadas construidas como respuesta a la sequía. Las primeras se encuentran repartidas por campos y poblaciones, y consisten en una cámara subterránea impermeabilizada con cal a la que se accede por un estrecho cuello de botella de 50 centímetros de largo. A veces estas cisternas se excavaron en una plataforma construida expresamente para recoger el agua en su superficie cóncava y encalada, mientras que otras compartían el espacio con casas, templos y palacios.
Por su parte las aguadas solían aprovechar las concavidades del terreno para recoger de forma natural el agua en un depósito rodeado por muros artificiales, que en ocasiones era alimentado también por una serie de canales impermeabilizados de cientos de metros de largo. Estas albercas podían ser enormes (la más grande tiene capacidad para 22.000 m3) aunque en su mayoría eran de tamaño modesto, además al hallarse todas a 2 kilómetros o más de cualquier centro urbano los estudiosos opinan que su uso sería mayoritariamente agrícola.
A pesar de su alta densidad de población la zona presenta muy pocos caminos, todos de no más de kilómetro y medio, que conectan entre sí poblaciones vecinas. Esto se debe según Ringle a que, al haber poca distancia entre los asentamientos, existiría una gran cantidad de caminos que hoy se ha tragado la selva. Para tratar de recuperar estas carreteras, el equipo ha calculado las rutas que requerían menos esfuerzo y elaborado un mapa de carreteras hipotético.
Sin embargo, estas vías de comunicación no se han podido confirmar mediante su paso por estructuras, pues si bien algunas atraviesan los poblados otras los evitan, y aunque algunas cisternas aisladas al borde del camino se podrían interpretar como áreas de descanso, también pueden ser simplemente la reserva de algún agricultor.
Aunque no era el mejor lugar en el que arar la tierra, la región era en cambio un lugar perfecto para la construcción. Buena muestra de ello son las numerosas canteras que se han identificado por toda la zona, de las que se extraía piedra y cal para levantar las estructuras.
Estas minas son poco profundas y abiertas cerca de los núcleos de población, de hecho algunas de ellas se reutilizaron incluso para cimentar algún palacio, que apoyaba su base en el corte hecho sobre de la colina. Vinculadas a ellas se encontraron asimismo numerosos hornos de leña, que convertían la piedra en cal para su uso como encalado o mortero en la construcción.
Fueron estos hornos (que suman 1.232) los que más llamaron la atención de los arqueólogos en un primer momento, pues en el mapa se veían como unos curiosos anillos hechos con piedras de finalidad desconocida. Su excavación desveló el misterio, pues se trataba de estructuras circulares de 10 metros con restos carbonizados de leña en su interior, que junto a polvo de piedra caliza y la poca cerámica encontrada confirmaron que se trataba de quemadores de cal.
Para optimizar el trabajo los mayas levantaron sus hornos cerca de las canteras por lo que la mayoría se han encontrado al pie de los montes, lugar del que también obtenían madera para el fuego. Sin embargo otros fueron levantados cerca de palacios y centros urbanos, seguramente como parte de su proceso de construcción.
Aunque la cal era indispensable para la construcción, los antiguos mayas la empleaban también para aumentar la carga alimenticia del maíz al mezclarla en el agua donde se remojaba antes de su consumición, un proceso todavía en uso actualmente. Al ser sumergida durante unas horas, la mazorca de maíz se reblandece y es más fácil de cocer o moler, y si además se le añade cal se liberan sus nutrientes, que así son absorbidos más fácilmente por el cuerpo.
Los habitantes de Puuc
El último aspecto que los investigadores intentaron reconstruir fue el número de habitantes del lugar en su momento de máxima expansión, algo ciertamente difícil dada la dificultad de establecer los períodos de ocupación de cada área. Para elaborar esta hipotética demografía se tuvieron en cuenta tanto las estructuras como el número máximo de personas que podían abastecer campos y reservas de agua.
Estos cálculos arrojaron una cifras que iban desde los 18.700 hasta los 92.000, por lo que Ringle y sus colegas creen que la región rondaría probablemente los 70.000 habitantes. Sin embargo la población todavía habría podido crecer más, pues las numerosas áreas deshabitadas y sin cultivar se podrían haber colonizado mediante la construcción de nuevas cisternas y aguadas.
La tecnología LiDAR ha demostrado una vez más su gran utilidad para descubrir los detalles del pasado. Sin embargo su uso no solo se limita a la elaboración de mapas, pues gracias a él se puede reconstruir a grandes rasgos la evolución de un yacimiento, sus dinámicas económicas e incluso la cantidad de habitantes que poblaban el territorio cientos de años atrás.
Por Francesc Cervera
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