(24/04/20 - Educación, Opinión, Por Marta Laudani)-.Ante un virus que se comporta de manera digital, con contagios aleatorios, indiscriminados, de multiplicación exponencial y mutaciones veloces de acuerdo a las nuevas informaciones genéticas que va obteniendo tenemos una respuesta colonizada profundamente analógica, una cuarentena restrictiva total sin ninguna consideración de las particularidades socio-económicas del territorio sobre el que se impone.
Me atraviesa la educación, me constituye y me tironea desde muchos lados. Ver la agonía y las miserias de lo amado es cruel aunque encierra una cierta belleza morbosa. En ello se encierra y se promete una renovación, una alternativa que se supone inviable sin ese momento agónico.
Las condiciones impuestas por la pandemia a nivel global han dejado al descubierto muchas cosas que tenían un sistema de invisibilización diseñado y que ahora han quedado expuestas.
El sistema educativo a nivel global se ha visto en jaque y en aquellos países donde la brecha tecnológica es amplísima, como en Argentina, las condiciones de digitalización impuestas por el aislamiento social obligatorio resultan sencillamente crueles.
El sistema educativo tuvo que salir apresuradamente a adaptarse a una exigencia para la que no estaba preparado (en los niveles inicial, primario y secundario al menos) y en ese camino de adaptación ha dejado exhibidas tanto sus peores vergüenzas como sus grandes valores, pero sobre todo ha demostrado que su sistema analógico no sabe, puede ni quiere adaptarse a la lógica digital. Lógica que ahora se le ve impuesta pero que constituye la demanda de su “público” desde hace muchos años ya. Y esto se debe principalmente porque el sistema educativo, desde quienes lo organizan hasta quienes lo ejecutan son mayoritariamente analfabetos digitales.
Es imposible pensar un sistema digital con cerebros analógicos porque sencillamente quien requiere y demanda acumulación de abstracciones declarativas como sistema de enseñanza no comprende un sistema cognitivo algorítmico o procedimental, no encuentra el código, el codex, lo común.
Que alguien piense que mandar un cuestionario por mail y corregirlo por misma vía es educación digital, la pifia. Tampoco lo es el uso de plataformas como Classroom si se las utiliza para mandar fotos de libros de texto (de pésima calidad tomadas con celulares) y se adjunta una última foto con un cuestionario de V o F.
Es que requiere una forma de pensar distinta, “un espacio de circulación libre, oralidad difusa, movimientos libres, fin de las clases clasificadas, distribuciones disparatadas, requiere innovación creativa en la invención, rapidez de la luz, novedad de los sujetos tanto como de los objetos, búsqueda de otra razón...: la difusión del saber ya no puede tener lugar en ninguno de los campus del mundo, ordenados, formateados página por página, racionales a la manera antigua, imitando los campos del ejército romano”. (1)
Eso no es más que reproducir el sistema de educación analógico, reemplazando la página por la pantalla, pero sosteniendo la lógica del portavoz de la verdad donde el saber es unidireccional, que demanda escucha y una respuesta única, esperable, deseable. A ello lo sostiene el sistema educativo con un vigilar y calificar para sostener una pedagogía de la continuidad mas que por asegurarse la continuidad pedagógica (2).
Pero en la audiencia, no hay silencio, hay charla, murmullo constante, multiplicidad de tareas y de estímulos fluyendo constantemente, hay nivelación del acceso a los saberes y por tanto una interpelación constante al portavoz o a su mensaje y solo se mantiene dentro por presión, no por interés. Por ello el vigilar y calificar se agiganta en su poder porque es el único reaseguro de continuidad y son muchos los interesados en que así se mantenga.
Desde la macro: un gobierno que necesita al sistema educativo para seguir moldeando “ciudadanos”, hasta el mercado para seguir digitando “consumidores” y la “academia” para seguir produciendo científicos que apuntalen en sistema. Desde lo micro: el ejército de docentes e instituciones educativas que se encuentran mayoritariamente fosilizadas, incapaces de salir de sus zonas de confort conceptuales y de sus sueldos depositados el quinto día hábil del mes. Honrosas excepciones podrían usarse para desmentir esto, pero su carácter de excepción, confirma la norma.
También los padres lo sostienen, sabedores de su falta de sapiencia, perdiendo todo resquicio de autoridad remanente nos resistimos a un cambio de sistema. ( pongo un botón (propio) de muestra: seguimos explicando a nuestros hijos la división de dos o más cifras con los números que “se prestan” y las restas invisibles, cuando el formato de explicación de la matemática ha cambiado hace años y nunca nos hemos sentado a aprenderlo para no confundirlos).
Entonces se produce una tirantez brutal, entre lo reclamado y lo ofrecido, entre lo necesario y lo posible. El sistema educativo se ve por esta excepcionalidad pandémica a trasladarse a un sistema que le demanda cambiar un lenguaje, adaptar contenidos (ojo, adaptar, no cambiar..no vaya a ser que se salga del programa…del sistema de control) y presiona a sus docentes sin darles recursos ni plantearle alternativas.
En este exponerse impotente ante la obligación todos se frustran. El sistema educativo actual no llega a la vara, no da el pinet, no le alcanza y no tiene contención ni red, tal vez porque siempre ha podado y talado y nunca ha sabido de rizomas ni de redes. Es imperioso y urgente pensar en un sistema híbrido que permita la transición porque sino se tenderá cada vez a un sistema más autoritario y represivo. ¿Cómo se hace? Ese es el quid. Habremos de desaprender mucho y reaprender otro tanto, supongo.
Esa frustración se traduce en la práctica en una gran violencia simbólica en la forma de comunicarse y dirigirse y organizarse. Entregas de tareas masivas, explicaciones de tutoriales extranjeros, fotos de libros y cuestionarios, cuestionarios, cuestionarios. Y aún no llegó “la fiebre de la nota” (1).
Basta de preguntar y cuenten!, expliquen, estimulen, provoquen, generen dudas, interés, sorpresa. Nada va a aprender un pibe que responde un cuestionario copiando la respuesta con un Copy&paste. El sistema servía un poco cuando había q hacerlo manual, pero parece q no se enteraron q con el C&P eso ya no funciona, no se internaliza.
Pero no importa, todo tiene fecha de entrega, sistemas confusos de evaluación, envíos por Classroom, por grupos de Facebook, por mail. Caos e indeterminación demandando orden y progreso. Sin amor. (3)
Y entonces para rematar llega “el grupo de Whatsapp” de mamis, padres o adultes responsables, de acuerdo al nivel de progresía de la escuela o colegio. Y es allí donde vemos el tríptico de ”El Jardín de las Delicias” de nuestra sociedad actual. Quejas paternas, pedido de mas tareas para que los chicos “dejen la play”, listas escrachantes de incumplidores de tarea, reenvío de mensajes docentes con faltas de ortografía y así.
Barajando las cartas y atajando penales se encuentra una resignada preceptora o preceptor que debe usar generalmente su teléfono móvil personal para aglutinar y contener a una horda de padres y madres desconcertados, devenidos en obligados maestros y gestores de las actividades escolares de sus hijos. Mi reconocimiento para esos preceptores que se han convertido en el gran costado humano, sensible y hasta contenedor sobre todo en nuestro sistema de educación pública, intentando contemplar las diferencias y dificultades de cada familia.
El sistema educativo general, frustrado y desnudo, se vuelve violento y empieza a “bajar presiones”. Primero fue Tarea, tarea, tarea y ahora van por la fase: conecten, contacten, relaciónense. Las “Direcciones generales” y los inspectores bajando consignas sin ninguna fórmula, bien analógicos: declamación sin procedimiento. Los directivos de las instituciones en su afán de ser políticamente correctos van conminando a los docentes a pasar sus números de celular a los alumnos por si tienen dudas o consultas, los preceptores respondiendo veinte veces las preguntas de los padres que se ahorran esfuerzo de buscar en el scroll up o en los archivos enviados del grupo. Y en casa, los padres como docentes frustrados, repiten esa dinámica de presión violenta, de exigencia de fecha de entrega, de formulario completo y tilde de enviado. La presión, como cualquier forma de violencia “institucional” es siempre descendente.
Esos pibes cuya conexión no se afectó tanto en comparación porque tienen sus redes de socialización en otro plano -el virtual- siguen aprendiendo desde otro lugar, ignorando los contenidos a presión y disfrutando un video de un youtuber que luego les provoca saber que fue el terrorismo de estado o creando en línea un manga con pibes de otras partes del mundo y buscando en el google Earth donde vive su nuevo amigo. Haciendo comunidad en Instagram o agudizando su creatividad para el próximo videíto de Tik Tok. Y mientras el virus sigue y la pandemia es la solución única, cientificista y colonizada, mientras tanto los pibes se inmunizan, se meten más en su burbuja de jabón líquido y nos sobreviven.
(1) Michel Serres, Pulgarcita
(2) Gabriel Brener, “La continuidad pedagógica o la pedagogía de la continuidad” en Alai net
(3) Auguste Comte: “El Amor como principio, el orden como base y el progreso como fin”
Me atraviesa la educación, me constituye y me tironea desde muchos lados. Ver la agonía y las miserias de lo amado es cruel aunque encierra una cierta belleza morbosa. En ello se encierra y se promete una renovación, una alternativa que se supone inviable sin ese momento agónico.
Las condiciones impuestas por la pandemia a nivel global han dejado al descubierto muchas cosas que tenían un sistema de invisibilización diseñado y que ahora han quedado expuestas.
El sistema educativo a nivel global se ha visto en jaque y en aquellos países donde la brecha tecnológica es amplísima, como en Argentina, las condiciones de digitalización impuestas por el aislamiento social obligatorio resultan sencillamente crueles.
El sistema educativo tuvo que salir apresuradamente a adaptarse a una exigencia para la que no estaba preparado (en los niveles inicial, primario y secundario al menos) y en ese camino de adaptación ha dejado exhibidas tanto sus peores vergüenzas como sus grandes valores, pero sobre todo ha demostrado que su sistema analógico no sabe, puede ni quiere adaptarse a la lógica digital. Lógica que ahora se le ve impuesta pero que constituye la demanda de su “público” desde hace muchos años ya. Y esto se debe principalmente porque el sistema educativo, desde quienes lo organizan hasta quienes lo ejecutan son mayoritariamente analfabetos digitales.
Es imposible pensar un sistema digital con cerebros analógicos porque sencillamente quien requiere y demanda acumulación de abstracciones declarativas como sistema de enseñanza no comprende un sistema cognitivo algorítmico o procedimental, no encuentra el código, el codex, lo común.
Que alguien piense que mandar un cuestionario por mail y corregirlo por misma vía es educación digital, la pifia. Tampoco lo es el uso de plataformas como Classroom si se las utiliza para mandar fotos de libros de texto (de pésima calidad tomadas con celulares) y se adjunta una última foto con un cuestionario de V o F.
Es que requiere una forma de pensar distinta, “un espacio de circulación libre, oralidad difusa, movimientos libres, fin de las clases clasificadas, distribuciones disparatadas, requiere innovación creativa en la invención, rapidez de la luz, novedad de los sujetos tanto como de los objetos, búsqueda de otra razón...: la difusión del saber ya no puede tener lugar en ninguno de los campus del mundo, ordenados, formateados página por página, racionales a la manera antigua, imitando los campos del ejército romano”. (1)
Eso no es más que reproducir el sistema de educación analógico, reemplazando la página por la pantalla, pero sosteniendo la lógica del portavoz de la verdad donde el saber es unidireccional, que demanda escucha y una respuesta única, esperable, deseable. A ello lo sostiene el sistema educativo con un vigilar y calificar para sostener una pedagogía de la continuidad mas que por asegurarse la continuidad pedagógica (2).
Pero en la audiencia, no hay silencio, hay charla, murmullo constante, multiplicidad de tareas y de estímulos fluyendo constantemente, hay nivelación del acceso a los saberes y por tanto una interpelación constante al portavoz o a su mensaje y solo se mantiene dentro por presión, no por interés. Por ello el vigilar y calificar se agiganta en su poder porque es el único reaseguro de continuidad y son muchos los interesados en que así se mantenga.
Desde la macro: un gobierno que necesita al sistema educativo para seguir moldeando “ciudadanos”, hasta el mercado para seguir digitando “consumidores” y la “academia” para seguir produciendo científicos que apuntalen en sistema. Desde lo micro: el ejército de docentes e instituciones educativas que se encuentran mayoritariamente fosilizadas, incapaces de salir de sus zonas de confort conceptuales y de sus sueldos depositados el quinto día hábil del mes. Honrosas excepciones podrían usarse para desmentir esto, pero su carácter de excepción, confirma la norma.
También los padres lo sostienen, sabedores de su falta de sapiencia, perdiendo todo resquicio de autoridad remanente nos resistimos a un cambio de sistema. ( pongo un botón (propio) de muestra: seguimos explicando a nuestros hijos la división de dos o más cifras con los números que “se prestan” y las restas invisibles, cuando el formato de explicación de la matemática ha cambiado hace años y nunca nos hemos sentado a aprenderlo para no confundirlos).
Entonces se produce una tirantez brutal, entre lo reclamado y lo ofrecido, entre lo necesario y lo posible. El sistema educativo se ve por esta excepcionalidad pandémica a trasladarse a un sistema que le demanda cambiar un lenguaje, adaptar contenidos (ojo, adaptar, no cambiar..no vaya a ser que se salga del programa…del sistema de control) y presiona a sus docentes sin darles recursos ni plantearle alternativas.
En este exponerse impotente ante la obligación todos se frustran. El sistema educativo actual no llega a la vara, no da el pinet, no le alcanza y no tiene contención ni red, tal vez porque siempre ha podado y talado y nunca ha sabido de rizomas ni de redes. Es imperioso y urgente pensar en un sistema híbrido que permita la transición porque sino se tenderá cada vez a un sistema más autoritario y represivo. ¿Cómo se hace? Ese es el quid. Habremos de desaprender mucho y reaprender otro tanto, supongo.
Esa frustración se traduce en la práctica en una gran violencia simbólica en la forma de comunicarse y dirigirse y organizarse. Entregas de tareas masivas, explicaciones de tutoriales extranjeros, fotos de libros y cuestionarios, cuestionarios, cuestionarios. Y aún no llegó “la fiebre de la nota” (1).
Basta de preguntar y cuenten!, expliquen, estimulen, provoquen, generen dudas, interés, sorpresa. Nada va a aprender un pibe que responde un cuestionario copiando la respuesta con un Copy&paste. El sistema servía un poco cuando había q hacerlo manual, pero parece q no se enteraron q con el C&P eso ya no funciona, no se internaliza.
Pero no importa, todo tiene fecha de entrega, sistemas confusos de evaluación, envíos por Classroom, por grupos de Facebook, por mail. Caos e indeterminación demandando orden y progreso. Sin amor. (3)
Y entonces para rematar llega “el grupo de Whatsapp” de mamis, padres o adultes responsables, de acuerdo al nivel de progresía de la escuela o colegio. Y es allí donde vemos el tríptico de ”El Jardín de las Delicias” de nuestra sociedad actual. Quejas paternas, pedido de mas tareas para que los chicos “dejen la play”, listas escrachantes de incumplidores de tarea, reenvío de mensajes docentes con faltas de ortografía y así.
Barajando las cartas y atajando penales se encuentra una resignada preceptora o preceptor que debe usar generalmente su teléfono móvil personal para aglutinar y contener a una horda de padres y madres desconcertados, devenidos en obligados maestros y gestores de las actividades escolares de sus hijos. Mi reconocimiento para esos preceptores que se han convertido en el gran costado humano, sensible y hasta contenedor sobre todo en nuestro sistema de educación pública, intentando contemplar las diferencias y dificultades de cada familia.
El sistema educativo general, frustrado y desnudo, se vuelve violento y empieza a “bajar presiones”. Primero fue Tarea, tarea, tarea y ahora van por la fase: conecten, contacten, relaciónense. Las “Direcciones generales” y los inspectores bajando consignas sin ninguna fórmula, bien analógicos: declamación sin procedimiento. Los directivos de las instituciones en su afán de ser políticamente correctos van conminando a los docentes a pasar sus números de celular a los alumnos por si tienen dudas o consultas, los preceptores respondiendo veinte veces las preguntas de los padres que se ahorran esfuerzo de buscar en el scroll up o en los archivos enviados del grupo. Y en casa, los padres como docentes frustrados, repiten esa dinámica de presión violenta, de exigencia de fecha de entrega, de formulario completo y tilde de enviado. La presión, como cualquier forma de violencia “institucional” es siempre descendente.
Esos pibes cuya conexión no se afectó tanto en comparación porque tienen sus redes de socialización en otro plano -el virtual- siguen aprendiendo desde otro lugar, ignorando los contenidos a presión y disfrutando un video de un youtuber que luego les provoca saber que fue el terrorismo de estado o creando en línea un manga con pibes de otras partes del mundo y buscando en el google Earth donde vive su nuevo amigo. Haciendo comunidad en Instagram o agudizando su creatividad para el próximo videíto de Tik Tok. Y mientras el virus sigue y la pandemia es la solución única, cientificista y colonizada, mientras tanto los pibes se inmunizan, se meten más en su burbuja de jabón líquido y nos sobreviven.
(1) Michel Serres, Pulgarcita
(2) Gabriel Brener, “La continuidad pedagógica o la pedagogía de la continuidad” en Alai net
(3) Auguste Comte: “El Amor como principio, el orden como base y el progreso como fin”
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